jueves, 3 de abril de 2008

Primavera sangrienta

Si algo simboliza la barbarie de la Guerra Civil Española es el bombardeo de Guernika. Ser el primer pueblo totalmente arrasado por un ataque aéreo y haber sido inmortalizado por la mano de Picasso, ha convertido esta acción bélica en un referente cuando se habla de capacidad de destrucción del ser humano.
Sin embargo no fue esta la única plaza republicana castigada por ataques aéreos indiscriminados. Madrid, Bilbao y Santender se añadieron a la lista en los meses sucesivos. La aviación franquista, reforzada continuamente por la aportación de Alemania e Italia incrementó su poder destructivo de forma exponencial.
El 16 de marzo de 1938 la flota aérea italiana situada en la isla de Mallorca recibió una orden directa de Mussolini: “Comenzar desde esta noche una acción directa sobre Barcelona con martilleo constante pero diluido en el tiempo.
Por primera vez en toda la guerra se iba a usar el bomabardeo constante como una forma de crear caos y desconcierto en la retaguardia enemiga. Había habido ataques aéreos de represalia en Madrid y para ayudar al avance en Bilbao y Santander, pero esta vez sólo se buscaba el desmoronamiento de la resistencia ciudadana.
Entre los días 16,17 y 18 de marzo se soltaron sobre el la Ciudad Condal 44 toneladas de bombas causando 875 muertos (118 niños) y 2000 heridos. Los ataques se cebaron en barrios obreros y centros administrativos. Monumentos religiosos y casas de las zonas más adineradas fueron evitados a toda costa.
Pero Barcelona tenía una arma secreta: Ramon Parera, el jefe de la Defensa Civil. Desde el principio de la guerra había emprendido un plan de construcción de refugios subterráneos. Junto con asociaciones de la sociedad civil como ateneos, grupos de vecinos, corales y comisiones de fiestas se logró construir en pocos días un total de 1200 refugios antiaéreos.

En la foto aérea puede verse una tremenda explosión en la Gran Vía, casi a la altura de la calle Balmes. Se llama la bomba del Coliseum porque este teatro estaba muy cerca. Los aviones italianos tocaron un camión cargado de explosivos que circulaba por dicha avenida.

En toda Cataluña se construyeron más de 2000 refugios, de los cuales a penas 100 fueron obra directa de la Generalitat o los ayuntamientos, el resto eran de iniciativa popular. Pero todas las construcciones se hicieron bajo la supervisión de la Defensa Civil. Esta red de seguridad consiguió minimizar mucho las pérdidas humanas de aquella campaña aérea.
El martirio de Barcelona llegó más allá de las fronteras republicanas. En Francia e Inglaterra se organizaron campañas de protesta. Pero junto a la solidad de los demócratas se fue imponiendo también un sentimiento de admiración. A pesar del acoso constante – durante esos días hubo bombardeos ¡cada tres horas! - la moral de la población a penas se resistió. No hubo protestas, ni motines, ni rebeliones. La campaña aérea fascista fue un fracaso en este sentido.
El ejemplo de Barcelona llegó a ser tan importante que en una sesión plenaria del Parlamento Británico, durante la peor fase del Blitz alemán sobre Londres, el propio primer ministro, Wiston Churtchil, pronunció las siguientes palabras: “ No negaré la dureza de la prueba que nos espera, pero creo que nuestros ciudadanos demostrarán que son capaces de superarla como hicieron los valientes ciudadanos de Barcelona.”
Inglaterra, a pesar de tener la posibilidad de utilizar los servicios de Ramón Parera – que se encontraba exiliado en la isla – no lo hizo. El encargado de la Defensa Civil era un aristócrata más preocupado por evitar posibles conspiraciones comunistas que por salvaguardar la vida de sus conciudadanos. Pero eso es otra historia.
Muchos de los datos de este post han sido obtenidos del extraordinario reportaje dirigido por Montse Armengou “Ramón Parera, l'home que va salvar Barcelona”. No se si alguna televisión de habla hispana lo ha emitido, pero no es así es una lástima. Si tenéis la oportunidad de verlo, no lo dudéis.
Más información aquí: http://www.tv3.cat/60minuts/2007/071030.html

miércoles, 23 de enero de 2008

El primer servicio a la causa aliada

La España Republicana tuvo el dudoso privilegio de enfrentarse por primera vez a la amenaza fascista. Desde el momento en que la insurrección militar se convirtió en guerra civil, tanto Alemania como Italia ayudaron al bando Franquista cualitativa y cuantitativamente. Una ayuda que las potencias democráticas escatimaron en gran medida al gobierno legítimo.
Francia por miedo a una guerra e Inglaterra por un temor infundado a la revolución anarcosindicalista, no sólo negaron ayuda a la República también impidieron en muchas ocasiones un correcto abastecimiento de su ejército.
Hitler se tomó el escenario español como un banco de pruebas para prototipos de armas y dotó al Ejército de Franco con una tecnología militar de última hora. Pero Mussolini invirtió gran número de efectivos en la victoria de los autodenominados nacionales.
El envío masivo de tropas y material supuso un gran desgaste para el Ejército Italiano. Además del material dejado en tierras españolas, la intervención de la Italia Fascista supuso muertos y heridos, además de un gran desgaste moral. Muchos de sus soldados y oficiales fueron engañados al hacerles creer que su destino era Abisinia. Esto creó un cierto estado de escepticismo respecto a sus superiores, un escepticismo que aumentaría de forma muy importante durante el siguiente conflicto.
Italia sufría un desgaste importante cuando el 1 de septiembre de 1939 el Ejército Alemán invadía Polonia 1. Por esta razón se declaró país no beligerante y no entró en guerra hasta junio de 1940, cuando la Wermatch ya había derrotado a Francia.
Si Italia no pudo luchar al cien por cien junto a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, se debió en gran parte a la tenaz resistencia de la República Española. Mussolini esperaba de Franco una rápida campaña militar para ganar prestigio en Europa y conseguir un “Imperio Fascista”. En su lugar obtuvo tres años de guerra, una gran pérdida de material y hombres así como un desgaste moral importante.
Este fue, sin duda un gran servicio a la causa aliada incluso antes de que esta existiera. Un servicio premiado en 1945 con el olvido, el desprecio y cuarenta años de dictadura.

1. Preston, Paul. La República asediada. Ediciones Península. 1996. Pág 41 (Ver cita nº 5).