lunes, 26 de octubre de 2009

Juan Negrín


Hace unos días el PSOE entregó de forma póstuma el carnet de militante a Juan Negrín. Con este acto reparaba la terrible injusticia cometida en 1946 cuando lo expulsaron del partido.
El médico madrileño que llegó a Jefe de Gobierno fue junto a Vicente Rojo el artífice de un milagro. Él y todo su grupo de asesores (algunos de ellos comunistas e incluso soviéticos) consiguieron resistir dos años más de la cuenta el embate de un ejército fascista dotado con las mejores armas de época y respaldado por dos potencias mundiales.
Su grito “Resistir es vencer” quedó enterrado por la derrota el 1 de Abril de 1939, pero no tardaría en resucitar después en Junio de 1940 de los labios de un general francés llamado Charles Dagualle. Porque señores resistencia es lo que hizo una República sitiada y abandonada por las democracias.
Si la resistencia francesa es más famosa que la española es por el triste e ignominioso papel de los Aliados en 1945. Cuando pudiendo derrotar al Franco en dos semanas se abstuvieron primero para después respaldar su régimen.
Juan Negrín impuso la disciplina por encima de las ambiciones revolucionarias de muchas. Había una guerra y había que ganarla. La interpretación romántica de la Guerra de España lo convirtió en un ogro, un aguafiestas. Pero si los proyectos anarquistas o troskistas hubieran seguido adelante Franco hubiese entrado en Madrid en Junio de 1937 sin encontrar a penas resistencia.
También se le acusó de vendepatrías al aliarse con la URRS. Esto, gracias a Dios, ha sido desmentido por Ángel Viñas en “El honor de la República”.
El homenaje llega tarde, pero sea bienvenido. Negrín tenía razón, estuvo a puto de ganar la apuesta en septiembre de 1938 cuando parecía que se iba a desatar la Segunda Guerra Mundial por Checoslovaquia. Sin embargo la enésima traición de las potencia democráticas dieron al traste con su estrategia y al final La República sucumbió al poder fascista. Tan sólo seis meses después del famoso “Cautivo y desarmado…” Hitler invadía Polonia y Europa se convertía en el campo de batalla entre la democracia y el fascismo.
Francia e Inglaterra pagaron muy caro no aplastar el nazismo en España cuando era aún vulnerable. Pero sería Wiston Churchill, quien lo iba a decir, quien parafrasearía mejor a “Degaulle español” en su famoso discurso de 4 de junio de 1940:

“Aunque grandes extensiones de Europa y muchos antiguos y conocidos Estados hayan caído o puedan caer en el puño de la Gestapo y de todo el aparato odioso del dominio nazi, no flaquearemos ni desfalleceremos. Seguiremos hasta el final. Combatiremos en Francia. Combatiremos en los mares y en los océanos. Combatiremos con fuerza y confianza crecientes en el aire. Debemos defender nuestra isla, cueste lo que cueste. Lucharemos en las playas, lucharemos en las pistas de aterrizaje, lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas, pero no nos rendiremos Jamás.”

Este tuvo más suerte.