martes, 22 de diciembre de 2009

La traición de Munich

El 30 de septiembre de 1938 se consumaba una de las ignominias más estúpidas de la Historia. Francia e Inglaterra se doblegaban ante Hitler por cuarta vez y le dejaban las manos libres para desmembrar Checoslovaquia.
La primera fue cuando ordenó el servicio militar obligatorio, la segunda a ocupar la zona desmilitarizada de Renania y la tercera al invadir Austria.
Esta vez parecía que las cosas iban a ir diferente. Checoslovaquia estaba dispuesta a resistir a la invasión como España hacía ya dos años que resistía al Fascismo. Pero en lugar de plantar cara y enfrentarse al expansionismo nazi decidieron pactar un ignominioso acuerdo y dejar a su aliado (y también a España) literalmente en pelotas.
La cuestión empezó a plantearse tras la anexión de Austria. En el norte de Checoslovaquia existía una zona poblada en su mayoría por alemanes: Los Sudetes. El Pacto de Versalles había dejado esta región dentro de las fronteras de Checoslovaquia.
El Partido Alemán de los Sujetes dirigido por Konrad Henlein había obtenido un gran resultado entre la población alemana de esa zona. Y en coordinación con el gobierno nazi empezó a reclamar la anexión al Reich. Hitler se erigió en defensor de esta postura y puso en alerta a todo su ejército.
La reacción del gobierno checoeslovaco fue buscar apoyos. Francia y Rusia hicieron tímidos acercamientos. Francia era reticente a cumplir su pacto con Checoslovaquia, pero la URRS se ofreció a intervenir incluso yendo más allá de sus obligaciones.
La crisis se fue agudizando y la postura alemana haciéndose cada vez más firme. Finalmente, cuando todo indicaba la inminencia del conflicto Francia e Inglaterra claudicaron ante Hitler y obligaron a Checoslovaquia a ceder 30.000 Km2. Chamberlain y Daladier Primer ministro inglés y presidente del gobierno francés respectivamente  se erigieron en defensores de la Paz, pero sólo se comportaron de forma claudicante frente a la agresión nazi. Su temor al comunismo y a la URRS, el mismo temor que les había impedido auxiliar a la República les obligó a arrodillarse ante el Fascismo.
Como consecuencia Hitler salió reforzado tanto interna (muchos altos oficiales de la Wehrmacht dudaban de la postura de su líder) como externamente. La URRS vio en las democracias unos aliados muy poco de fiar y decidió pactar con Alemania. La República se encontró aún más sola que antes y terminó por rendirse, dejando un peligroso aliado del fascismo al sur de Francia. Las palabras de Wiston Churchill pronunciadas en la Cámara del 5 de octubre de 1938  fueron claras y contundentes: “Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra”.
Los Sudetes fueron ocupados militarmente entre el 1 y el 10 de Octubre. El resto de Checoslovaquia en marzo de 1939. El 1 de Abril se rendía el Ejército de la República. En Agosto se firmaba el pacto germano-soviético y el 1 de septiembre Alemania invadía Polonia.
Lo peor de todo esto es la inutilidad y la estupidez de los dirigentes democráticos. Porque  Alemania no estaba preparada para la guerra. Sólo un éxito total en pocos días hubiera podido impedir la catástrofe. Los aliados eran muy superiores en armamento y tropas, Checoslovaquia podía resistir el embate de todas las fuerzas alemanas por lo menos un mes. Tiempo más que suficiente para completar la movilización de Francia e Inglaterra. Eso sin contar con un apoyo inmediato de la URRS, dispuesta a aceptar la oportunidad de tumbar el nazismo. En 1938 (y también en 1939) el Reich estaba en franca desventaja, sólo la cobardía y la inoperancia de los gobiernos occidentales permitieron las victorias de 1939 y 1940.
Cuando se estudian los pactos de Munich no se tiene en cuenta a la República Española. Esto es consecuencia de un interés en desligar la Segunda Guerra Mundial de la Guerra Civil. Pero además del futuro de Checoslovaquia se selló el de España (y por cuarenta años). Durante las negociaciones Inglaterra e Italia pactaron la retirada de las tropas italianas que estaban luchando con Franco a cambio de reconocer la beligerancia de la España Fascista.
Otro pacto ilusorio porque Italia no permaneció neutral tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y el poder de Inglaterra en el Mediterráneo se vio amenazado a partir de 1940. Conclusión: Cambiaron un aliado incondicional por un adversario taimado cuyo objetivo era dar la patada en cuanto tuviera ocasión.
Aquí tenéis un magnífico reportaje del Canal Historia. Por si queréis ampliar. 





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